Sintoísmo

Sintoísmo
   

Este es el texto alternativo
Figuras

Kada no Azumamaro, Kamo no Mabuchi,

Motoori Norinaga, Hirata Atsutane

Deidades

Amaterasu, Susanoo, Izanagi, Izanami,

Saruta-hiko, Uzume, Inari, Tsukuyomi

Denominaciones

Oshitsu, Jinja, Minzoku, Shuha
Textos religiosos

Kojiki, Nihon Shoki, Kujiki,

Kogo Shui, Engishiki, Fudoki

Lugares sagrados

Monte Fuji
Religiones relacionadas

Budismo
 

El sintoísmo (shintō es más correcto) es una religión étnica, animista y politeísta de Japón basada en el culto a los kami, fuerzas sagradas que rigen cada uno de los elementos y fenómenos de la naturaleza. Shintō significa ‘la vía o el camino de los kami’ y engloba a un conjunto dispar de creencias y comportamientos que, en torno al concepto de kami, han definido la religión tradicional de Japón y el rumbo histórico del pueblo japonés. Quienes profesan esta religión son conocidos como sintoístas y suman 2,7 millones de creyentes, la mayoría ubicados en Japón.

El shintō carece de fundador y de textos canónicos. Exceptuando el breve periodo de la Restauración Meiji, no existe una interpretación uniforme, sino más bien una amalgama de códigos éticos y prácticas comunes al pueblo japonés. El kami más conocido es la diosa Amaterasu, abuela del primer emperador de Japón, lo que convierte al shintō en la justificación política del origen divino imperial. 

 

Definición

Etimología: la vía de los kami

Dos ideogramas de origen chino componen la palabra shintō: la raíz shin ('espíritu', kami en japonés) y el sufijo 1, ('camino' o 'vía', michi en japonés). Por tanto, el término chino shintō2, así como su versión japonesa kami no michi, se pueden traducir como ‘la vía de los kami' o como 'el camino de los kami'. El Nihon Shoki (Crónicas nacionales), datado en 720, es la primera fuente en la que aparece la palabra shintō. Su uso inicial fue ideado por el budismo para referirse al reino de los kami o a los propios kami, distuinguiéndolos como deidades nativas inferiores respecto de los budas (hotoke en japonés). Finalmente, en el siglo XIII, Japón dotó al término del significado actual: ‘culto a los kami’. En este caso, el objetivo será diferenciar la religión tradicional japonesa del budismo, el taoísmo o el confucianismo, religiones venidas desde el continente asiático varios siglos atrás.

¿Es el shintō una religión?

Cuando se pregunta a los japoneses cuál es su religión, más de la mitad afirma no tener ninguna3. Sin embargo, se calcula que el 79,2% es sintoísta y el 66,8% es budista4, existiendo un porcentaje indefinido que practica ambas religiones según sea la ocasión. ¿Cómo pueden afirmar que no tienen religión quienes profesan al mismo tiempo dos religiones? Esta aparente incongruencia se resuelve analizando qué entienden exactamente los japoneses por ‘religión’ (shūkyō).

Hasta el siglo XIX, Japón no necesitó de una palabra que englobase la idea de ‘religión’. Es entonces cuando esta fue necesaria para traducir el concepto occidental y poder aplicarlo a religiones de tipo exclusivista y dogmático como el cristianismo. En este sentido, los intelectuales decidieron tomar prestado el arcaísmo shūkyō, usado en el pasado para hablar de las doctrinas cerradas de ciertas sectas o escuelas budistas. De hecho, mientras la raíz shū evoca a una comunidad religiosa diferenciada por sus creencias, el sufijo kyō (‘enseñanzas’) expresa un carácter doctrinal. Por todo esto, shūkyō pasó a significar ‘religión’ en japonés.

El problema es que este concepto todavía hoy implica un carácter exclusivista y dogmático. Por ello, cuando a un japonés se le pregunta si es ‘religioso’ (shūkyōteki), entiende lo mismo que si a un occidental se le preguntase si es ‘sectario’ (perteneciente a una secta). Sólo contestarán afirmativamente aquellos adscritos a un grupo religioso, siendo estos una pequeña minoría.

La mayoría de los japoneses realizan diariamente acciones sintoístas y budistas de forma simultánea, sin ser conscientes de que lo que hacen les convierte en religiosos. Por ejemplo, casi todos se casan por el rito sintoísta, pero se hacen enterrar por el rito budista, sin que esto suponga un problema. Para entender este modo de concebir la religión, debemos captar las diferencias entre religiones occidentales y orientales. Las religiones occidentales son exclusivistas y dogmáticas porque su modo de entender la espiritualidad es esencialista: el judío, el cristiano o el musulmán son sólo eso en esencia y no pueden ser otra cosa distinta al mismo tiempo. Por el contrario, la espiritualidad de las religiones orientales es existencialista: en Japón, cada individuo será sintoísta o budista en la medida en que sus prácticas religiosas se adscriban a dichas definiciones, siendo dichas prácticas las que definirán su existencia. Dado que no son nada en esencia, su modo de entender la religión no es exclusivista ni dogmático.

Es por eso que cuando un japonés niega ser religioso, simplemente está diferenciándose de credos occidentales como el cristianismo, cuyo monoteísmo no permite experimentar lo religioso más allá de lo cristiano. En conclusión, que los japoneses sí son religiosos, principalmente adeptos al shintō y al budismo, pero no de forma exclusiva ni dogmática.

Creencias

El sobrecogedor misterio de los kami

Los japoneses no tienen una idea teológica concreta sobre qué es kami. El sintoísta interactúa con los kami sin esperar entender qué son. Por tanto, sólo podemos afirmar que el shintō se basa en la fe en los kami, en la realización de ritos que complazcan su voluntad y en el cumplimiento de un sistema de valores que permita al sintoísta vivir una vida espiritual en comunión con estos.

Kami suele traducirse erróneamente como ‘dios’ y, aunque es cierto que los dioses son kami, el concepto va mucho más allá. Kami son todos aquellos poderes vitales que asombran al ser humano debido a su misterio sobrecogedor, el cual es una muestra evidente de su naturaleza sagrada. Se consideran kami los elementos naturales (montañas, ríos, árboles, rocas, el Sol, la Luna…), los fenómenos atmosféricos (lluvia, viento, tormenta, relámpagos…), los espíritus (ancestrales, de personas ilustres, protectores de profesiones o regiones, fallecidos en malas condiciones...), así como ciertas cualidades (crecimiento, fertilidad, curación, producción…) y actividades (elaboración de medicinas, distribución de aguas…) de naturaleza diversa.

Sin embargo, la cosa no acaba ahí. Dado que el mundo y la vida son misterios sobrecogedores en sí mismos, el shintō considera que todo lo existente es kami. Cada ser humano, animal, objeto o elemento que habita y conforma el mundo es un kami en potencia y, aunque no todos son designados como tales, estos deben ser venerados como si lo fueran.

Además, dado que el misterio que caracteriza a los kami es el mismo en todos los casos, el shintō concibe la realidad desde un punto de vista holístico. Así, adorar a un kami concreto en su santuario supone adorarlos a todos, de igual modo que cada parte individual de un holograma contiene la imagen completa del mismo. En definitiva, que todos los kami que habitan y conforman el mundo, dan acceso al mismo misterio universal que nos asombra. Es por eso que todos los kami son iguales en importancia, cooperando los unos con los otros en absoluta igualdad y armonía, lo cual les hace valorar positivamente todas las muestras de justicia, armonía y cooperación que tienen lugar en el mundo. Eso sí, aunque todos los kami son iguales, cada uno posee unas características propias y es creador o protector de una realidad concreta. De todos ellos, los más antiguos son los ujigami5 o kami protectores del clan (uji), los cuales han sido venerados en los santuarios desde tiempos inmemorables.

Los tres poderes sagrados: mi, mono y tama

Toda la materia contiene un poder sagrado e intrínseco a sí misma llamado mi, el cual no es posible captar a primera vista si no se hace previamente el esfuerzo. Para entenderlo, imaginemos una flor. La mayoría pasa todos los días ante ella y, aunque la mira, sólo lo hace de forma superficial, sin captar nada extraordinario. Sin embargo, si alguien se detiene y experimenta el maravilloso misterio que la flor es en sí misma, tan sólo por existir y formar parte del mundo, estará percibiendo su mi. En ocasiones, este poder sagrado puede tomar la forma concreta de un fantasma, un duende, un humano o un animal. En estos casos, aunque dicho poder sigue siendo intrínseco a la materia, ahora es claramente perceptible, por lo que recibe el nombre de mono.

Tanto mi como mono son poderes sagrados intrínsecos a lo material. Por el contrario, tama es un poder espiritual externo a la materia y con entidad propia que habita ciertos objetos o seres vivos. Normalmente, la materia cargada de tama suele ser aquella que más claramente causa asombro. Por tanto, los objetos o seres vivos que lo poseen, suelen denominarse kami. El término también puede aludir a un ‘alma' en particular (mitama) o al ‘espíritu colectivo del pueblo japonés’ (tamashii).

Para entender la diferencia entre estos términos, comparemos tres figuras: el emperador de Japón, un campesino y un fantasma. Los tres son kami por igual, ya que forman parte de lo existente. Además, como realidades materiales, todos están compuestos intrínsecamente de materia y de poder sagrado (de mi, los dos primeros y de mono, el tercero). Sin embargo, sólo el emperador y el fantasma están cargados además de un poder espiritual externo (tama). Aunque los tres individuos deberían ser venerados por igual como kami, únicamente el emperador y el fantasma lo son de hecho, mientras que el campesino sólo lo es en potencia.

La contemplación calmada de lo cotidiano

El sintoísta cree que el mundo lo habitan y conforman innumerables kami que, mediante su poder sagrado (mi/mono/tama), hacen que todo sea un misterio sobrecogedor. Es por eso que el shintō enseña al creyente a familiarizarse mediante el asombro con los fenómenos misteriosos de la realidad cotidiana. No sólo con los elementos extraordinarios, sino también con los más comunes. De hecho, la contemplación calmada de lo cotidiano, entendida como un proceso espiritual y sensitivo6, es la que hace más probable el asombro. Es por eso que el misterio se puede apreciar contemplando un paisaje, un animal o un simple objeto.

Por desgracia, los problemas y preocupaciones diarios desconectan al sintoísta del misterio, impidiéndole el asombro y haciéndole ‘huir de casa’7. Por el contrario, este ‘se sentirá en casa’ si es capaz de aceptar el asombro como parte del mundo. Es aquí donde cumple un papel fundamental el santuario shintō. Cuando se acude a él para rendir los respetos ante el kami de turno, esta divinidad particular hace las veces de entrada holográfica al conectar al sintoísta con el misterio sobrecogedor del que forman parte todos los kami. Este reencuentro con lo misterioso es lo que permite al creyente ‘regresar a casa’.

Magokoro: corazón, mente y espíritu verdaderos.

El ‘regreso a casa’ sólo es posible si el sintoísta posee makoto no kokoro, comúnmente acortado como magokoro. Mientras makoto significa ‘verdad’ o ‘sinceridad’, kokoro engloba los planos físico (‘corazón’), mental (‘mente’) y espiritual (‘espíritu’)8. Por tanto, una traducción apropiada para el concepto magokoro podría ser ‘corazón, mente y espíritu verdaderos’. Los sintoístas con magokoro serían aquellos inmersos en un estado físico, mental y espiritual de Verdad. Esto es, aquellos que son lo que verdaderamente son.

¿Y qué es verdaderamente el ser humano? Según el shintō, como parte intrínseca del mundo, todos los humanos son kami en potencia dotados de poder sagrado (mi y/o tama). Sin embargo, los problemas y las preocupaciones hacen que estos olviden lo que realmente son, dejando de ser receptivos al misterio intrínseco del que forman parte todos los kami, ellos inclusive.

Por tanto, si el creyente desea reencontrarse con lo misterioso, primero debe limpiar todo aquello que la rutina ha ensuciado en su kokoro (cuerpo, mente y espíritu). Es por eso que en los santuarios shintō suele haber un pabellón de abluciones (temizuya o chōzuya). Antes de acceder, los sintoístas se lavan boca y manos, eliminando así las contaminaciones que sus palabras y actos hayan podido generar. Esta purificación ritual los deja limpios (magokoro), receptivos al misterio y listos para ‘regresar a casa’.

El verdadero regreso tiene lugar cuando el creyente rinde respetos ante el kami y ambos establecen una conexión interna en calidad de igualdad. Más que una relación entre humano asombrado y divinidad asombrosa, ambas partes resuenan como una única realidad espiritual, ya que todo ser humano es también una porción de lo sagrado. Metafóricamente, se diría que el sintoísta con magokoro, al sentir su propia divinidad, refleja la divinidad del kami como si de un espejo se tratase.

Templos

El santuario (jinja) es la morada sagrada en la que los sintoístas veneran a los kami. La mayoría se hayan construidos en lugares en los que su poder sagrado (mi/mono/tama) se percibe de un modo más intenso, facilitando el asombro del creyente ante el misterio. Estos suelen ubicarse junto a elementos naturales tradicionalmente considerados kami (bosques, montañas, cuevas, ríos, costas, árboles y rocas característicos...) o en zonas vinculadas a familias ancestrales o a individuos carismáticos, normalmente relacionados con la fundación de poblaciones. En la elección de su emplazamiento no importa tanto su accesibilidad como el poder que el lugar desprende, razón por la cual hallamos muchos santuarios en entornos recónditos. Los santuarios, delimitados normalmente por un muro que evita las profanaciones, varían en tamaño y forma. Aunque su estructura básica consiste en una sala principal y en un espacio o sala para las ofrendas, estos también pueden contar con edificios auxiliares (oficina, sala de culto, cámara del tesoro, aposentos, santuarios subordinados...), tierras en propiedad u otros espacios (establo sagrado, teatro noh, dojo de sumo, cementerio...), administrados por los sacerdotes o por asociaciones de fieles. Si el santuario está consagrado a varios kami, uno será el principal y el resto se hallarán subordinados a este, habiendo una sala principal por cada kami venerado.

Puerta de entrada (torii)

El torii es el arco-puerta que da entrada al santuario shintō, separando de forma simbólica el mundo terrenal del mundo sagrado de los kami9. Dado que todo ser humano es un kami en potencia, el torii indica al sintoísta el ‘camino a casa’. Esto es, la entrada al mundo del que el creyente forma parte. Por eso, antes de traspasar el torii, se suele hacer una reverencia en señal de respeto.

Además de coronar la entrada de los santuarios, los torii pueden ubicarse frente a árboles, rocas o montañas; ya no como entrada a ningún santuario sino como una puerta de acceso a lo sagrado, indicando al visitante que se encuentra ante un kami. Por otro lado, es habitual que los pilares de un torii estén coronados por una cuerda de paja de arroz de la que cuelgan tiras de papel cortadas en zigzag: la shimenawa. Aunque no tiene un significado religioso especial, esta demarca la entrada al mundo sagrado de los kami, del mismo modo que lo hace el torii, por eso es común ver shimenawa rodeando árboles o rocas que son kami.

Una vez traspasado el torii, el sintoísta suele subir primero una la larga escalinata de piedra. La tradición recomienda subirla desde uno de los extremos, dejando la parte central libre para que los kami puedan circular cómodamente. Es habitual que dos estatuas animales presidan la entrada, ya sea flanqueando el torii o la escalinata. Estos son los Komainu, perros-leones de origen coreano, encargados de vigilar y ahuyentar a los malos espíritus. En algunos templos, las estatuas representan a zorros, ciervos, monos o toros, los cuales no actúan tanto como guardianes, sino más como servidores o mensajeros de los kami. La escalinata de piedra termina en el sandō, sendero que conduce hasta la sala de culto (haiden). Este puede estar decorado con más torii o con linternas de piedra o bronce (tōrō)10, elementos que a menudo son donados por particulares o asociaciones.

Pabellón de abluciones (chōzuya)

El pabellón de abluciones (chōzuya o temizuya) se ubica en el interior del recinto, lugar donde los sintoístas purifican su kokoro (cuerpo, mente y espíritu) de las impurezas generadas por los problemas y preocupaciones cotidianos. La chōzuya es una pila de agua corriente, sobre la cual pende un número indeterminado de cazos que acaban en un largo mango (chōzubachi).

Para purificarse, el creyente llena de agua uno de los cazos con la diestra, derrama parte del contenido sobre la punta de los dedos de la mano izquierda y repite el proceso sobre la derecha (temizu). Volviendo a asir el cazo con esta última mano, vierte más agua sobre la izquierda y con ella se enjuaga la boca. Finalmente, el líquido restante es derramado sobre el propio cazo y este se devuelve a su lugar. Terminada la limpieza de manos y boca, el proceso supone la purificación simbólica del kokoro del creyente (magokoro), que ahora está libre de la contaminación que sus actos y palabras habían generado desde la última vez que este acudió al santuario. Libre de toda mácula, el sintoísta ya es receptivo al misterio y está listo para ‘regresar a casa’.

Sala de culto (haiden)

La sala de culto (haiden) es el último punto al que puede acceder el sintoísta, lugar donde este rinde los respetos ante el kami. En dicho espacio se encuentra la caja de ofrendas, sobre la cual puede ubicarse una campana de la que pende una cuerda gruesa. Antes de rendir los respetos, el creyente introduce una moneda en la caja de ofrendas en señal de purificación, pudiendo tirar después de la cuerda con el fin de tañer la campana y así ahuyentar a los malos espíritus. Entonces, el sintoísta hace dos reverencias en señal de admiración, aplaude dos veces y, tras inclinar las manos y la cabeza, rinde los respetos ante el kami, dándole las gracias o haciéndole una plegaria. El rito termina finalmente con otros dos aplausos y otras dos reverencias.

La mayoría de los creyentes realizan este rito a diario sin pararse a pensar en su significado. De hecho, es habitual que los japoneses desvíen su camino hacia el trabajo para rendir los respetos al kami, sin necesidad de saber su nombre concreto. En cierto modo, el shintō concibe este rito como el momento en el que el kami y el ser humano con magokoro resuenan al unísono por ser parte del mismo misterio asombroso del mundo. Es entonces cuando se produce el esperado ‘regreso a casa’.

Sala de ofrendas (heiden)

La sala de ofrendas (heiden) es el nexo de unión entre la sala de culto (haiden) y la sala principal (honden), siendo ya un espacio vedado al público dentro del santuario. Este emplazamiento dispone de varias mesas en las que son depositadas las diferentes ofrendas de los fieles. Además, en torno a las mismas es habitual la colocación de ciertos elementos simbólicos:

  • Espejo: A veces se coloca un espejo entre las mesas de ofrendas y las puertas de la sala principal. Dado que el espejo lo refleja todo tal y como es, este objeto alude de forma simbólica a los valores de verdad, imparcialidad, justicia y equilibrio. En este sentido, su reflejo simboliza de forma simultánea la naturaleza inmaculada del kami y la fidelidad del creyente.
  • Harai-gushi: Vara de purificación de la que penden tiras largas de papel o lino, la cual es empleada en los ritos purificatorios. El sacerdote la retira de su soporte y, situándose frente al individuo u objeto que desea purificar, agita la harai-gushi de un lado a otro. En ocasiones, este elemento purificatorio es sustituido por una rama del árbol sagrado sakaki.
  • Gohei: Esta vara vertical con tiras blancas de papel doblado en zigzag suele ubicarse de forma perpendicular y central ante las puertas de la sala principal. Además de ser una ofrenda simbólica, el gohei indica la presencia del kami en el santuario, habiendo uno por divinidad. En ocasiones, las tiras pueden variar su color (rojas, azules, doradas o plateadas) y su material (tela o metal). El gohei sería un vestigio de la antigua costumbre de depositar telas en el santuario como ofrenda.
  • Estandartes: Los estandartes también son ofrendas simbólicas que indican la presencia del kami, adornados con figuras celestes o animales de estilo chino que expresan la naturaleza celestial y protectora del kami. En ocasiones, a sus pies se colocan espadas que simbolizan el poder que defiende al kami del mal, y joyas que simbolizan el poder protector del kami ante la injusticia y la guerra. Los estandartes también parecen ser un vestigio de las antiguas ofrendas de tela, aunque estos poseen al mismo tiempo un carácter decorativo que otorga al santuario mayor dignidad y prestigio.
  • Estatuas: En los grandes santuarios del sintoísmo, el heiden suele estar protegido por una pareja de perros-leones coreanos tallados en piedra (Komainu) o por esculturas humanas vestidas con antiguos trajes de la corte y armadas con arcos.

Sala principal (honden)

La sala principal (honden) es el elemento básico de todo santuario sintoísta, lugar donde se guarda el shintai (‘cuerpo divino’). Este elemento sagrado representa la presencia del kami y suele ser un objeto manufacturado (espejo, joya, estatua…) en el que reside todo el poder sagrado del santuario. El honden será inviolable mientras el shintai permanezca dentro, pero si este desaparece o se traslada, el lugar perderá su carácter sagrado. La sala principal también está vedada al público, por lo que sus puertas permanecen cerradas bajo llave todo el año, abriéndose sólo para la celebración puntual de ciertos rituales. En estos casos excepcionales, se descuelga una cortina de bambú para evitar que sacerdotes o fieles puedan ver el shintai. Dado su acceso restringido, la sala principal (honden) suele tener unas dimensiones reducidas en comparación con las de la sala de culto (haiden).

Escrituras

Dado que el santuario y sus ritos siempre han sido el medio de comunicación con los kami, el shintō nunca ha necesitado un corpus definidido de textos canónicos. Siendo el santuario el símbolo de la fe de la comunidad, es innecesario emplear una doctrina o una instrucción para guiar a la gente. Sólo ha habido cierta necesidad de desarrollar un corpus canónico en momentos en los que la tradición se ha visto amenazada por religiones y asimilaciones culturales extranjeras, pero estas amenazas nunca han supuesto una situación grave, por lo que no ha habido un esfuerzo continuo al respecto. No obstante, sí que existen algunos textos antiguos que se consideran de carácter oficial y que proporcionan una base histórica y espiritual al pueblo japonés. Eso sí, estos no poseen la categoría de sagrados, sólo son fuentes que reflejan las formas más antiguas de veneración de los kami.

Otras fuentes primarias de información históricas son las siguientes:

  • Kojiki (Crónicas de antiguos hechos de Japón) es el registro histórico más antiguo, recopilado por orden imperial en 712. Este contiene narraciones mitológicas e históricas que abarcan desde los primeros tiempos hasta 697. Fue escrito con ideogramas chinos, pero el estilo es japonés arcaico puro, mostrando las prácticas tempranas de transmisión oral.
  • Nihon Shoki o Nihongi (Crónicas nacionales) data de 720. Retoma el relato en 697 y está escrito en chino con un estilo ajeno a Japón. Es más detallado que el Kojiki y aporta distintas versiones de los relatos mitológicos.
  • Kujiki (Crónicas de hechos antiguos). Escrito hacia 620, gran parte de su contenido se halla en el Kojiki y en el Nihongi.
  • Kogoshui (Recopilación de historias antiguas). Escrito en 807, aporta algo más de información que el resto de textos.
  • Engi Shiji (Leyes detalladas del periodo Engi). Escrito en 927, es la principal fuente de información referente al sintoísmo primitivo, a las oraciones ceremoniales, a los ritos y a otros asuntos religiosos relativos a Japón.

Véase también

Bibliografía

  • KASULIS, Thomas P., Shinto. El camino a casa. Madrid: Encuentro Ediciones
  • ONO, Sokyo, La vía de los kami. Madrid: Editorial Trotta

Notas

  • 1. En Japón, el nombre de las religiones suele estar formado por una raíz china seguida de los sufijos ('camino' o 'vía') o kyō ('enseñanzas'). La raíz es china porque las principales religiones llegaron a Japón desde el continente asiático. Respecto a los sufijos, mientras hace referencia a una praxis filosófica, kyō se usa para hablar de una doctrina dogmática. Según esto, el budismo es butsudō o bukkyō ('Buda' + o kyō), el confucianismo es jūkyō ('letrado confuciano' + kyō), el daoísmo es dōkyō ('dao' + kyō) y el cristianismo es kirisutokyō ('Cristo' + kyō). En cuanto a shintō, el sufijo ha derivado en .
  • 2. Shintō deriva del término chino shēntao. El taoísmo lo usaba para referirse a los poderes mágicos; el confucianismo para hablar de las reglas místicas de la naturaleza o de un camino que conducía a una tumba; y el budismo chino para aludir al concepto de ‘alma mística’ o a las enseñanzas de Buda.
  • 3. En 2000, el 51,80% de los japoneses aseguró no tener religión, frente al 34,9% que se declaró budista, al 4% que dijo ser sintoísta y al 2,3% que confirmó ser cristiano. SŌKEN, D. (2005). Sekai 60 kakoku kachikan dēta bukku. Tokyo: Dōyūkan. [Versión electrónica] Recuperado el 1 de septiembre de 2017.
  • 4. CIA (2012). The CIA World Factbook. Japan. En The CIA World Factbook. [Versión electrónica] Recuperado el 1 de septiembre de 2017.
  • 5. Conforme el movimiento poblacional fue en aumento, los ujigami comenzaron a ser concebidos como protectores de todos los residentes de una zona concreta, sin importar su clan o lugar de origen. Desde entonces, el ujigami es más un 'kami de la comunidad' que un 'kami del clan'. Aun así, todavía hay quienes regresan regularmente a sus lugares de origen para participar en la festividad en honor de su ujigami, al que consideran su kami protector.
  • 6. El proceso es más sensitivo que racional porque lo importante es aprender a establecer una comunión mutua con el kami, no entender qué es.
  • 7. Si todo misterio sobrecogedor y todo ser humano son kami, un creyente que ya no se asombra ante el misterio está renegando de su propia naturaleza.
  • 8. Otras palabras que también engloban ‘corazón y mente’ a un mismo tiempo son: la griega ‘psyche’, la latina ‘anima’ o la alemana ‘geist’. Aunque estos términos se han contrapuesto a menudo con el cuerpo material, en un principio englobaban tanto lo psíquico-espiritual como lo físico-somático.
  • 9. El origen del torii es incierto, aunque parece que pudo llegar a Japón desde el continente asiático. Sea como fuere, este fue en origen una simple puerta, cuyo uso se limitó con el tiempo a santuarios shintō y a ciertas tumbas, principalmente imperiales. Los primeros torii estaban fabricados con pilares y vigas de madera que al principio ni siquiera se lijaban. Más tarde, por influencia continental, estos comenzaron a pintarse y su estructura pasó a ser más compleja. En los últimos tiempos, los torii también se han construido en otros materiales como la piedra, el metal o el hormigón.
  • 10. Su origen pudo ser la antigua costumbre de encender hogueras para saludar y venerar a los kami.
Clasificación: 

Religión Étnica    Animismo    Politeísmo

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