Un regreso a los orígenes de la Pascua cristiana

Un regreso a los orígenes de la Pascua cristiana
Javier Honorato
15, Enero 2020
cristianismo | judaísmo
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El Domingo de Pascua es la festividad más importante del Cristianismo, ya que conmemora la resurrección de Jesús al tercer día de ser crucificado. Esta vez, analizamos el por qué de su celebración variable y buscamos los orígenes últimos de su existencia.

La resurrección de Jesús y la Pascua judía.

Ni los evangelios dicen que Jesús resucitase en domingo, ni que lo hiciese al tercer día, pero la tradición así lo ha calculado. Hay que tener en cuenta que la semana judía termina en sábado y que los primeros cristianos contabilizaban el viernes como uno de los tres días que Jesús permaneció muerto. Por tanto, si Jesús murió un viernes y resucitó "el día primero de la semana" siguiente, se deduce que lo hizo al tercer día de morir. Este pasó a ser conocido entre los cristianos como dies Dominicus (Día del Señor), del que derivó nuestro actual domingo, en el que la Iglesia celebra la resurrección de Jesús.

¿Pero en qué domingo concreto resucitó Jesús? Casi todos los evangelios nos dicen que, el jueves antes de hacerlo, Jesús reunió a sus discípulos en la Última Cena para celebrar la Pascua judía. Dicha festividad siempre tenía lugar en la primera Luna llena de primavera, que los judíos hacían coincidir con el 14 del mes Nisán (marzo-abril) haciendo ajustes en su calendario. Como Jesús resucitó el domingo posterior a la Pascua judía, los cristianos dedujeron que el Domingo de Pascua debía celebrarse el primer domingo después de la Luna llena de primavera, pudiendo caer entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

El cómputo fue oficialmente establecido por el emperador Constantino en el primer Concilio de Nicea (325). La fecha se mantuvo uniforme para toda la Cristiandad hasta 1582, cuando el papa Gregorio XIII reformó el calendario juliano para adaptarlo al año solar. Desde entonces, al rechazar las iglesias orientales el nuevo calendario gregoriano, los ortodoxos celebran el Domingo de Pascua varias semanas más tarde que el resto.

La Pascua judía y el sacrificio del cordero pascual.

Gracias a la Pascua judía (pésaj), los cristianos son capaces de fijar su Semana Santa con cierta exactitud. Mediante esta importante celebración, los judíos conmemoran el fin del cautiverio en Egipto y, sobre todo, los ‘orígenes históricos’ de su identidad étnica.

Según el Éxodo, días antes de la liberación y siguiendo las órdenes que Yahveh había dictado a Moisés y Aarón, cada familia sacrificó un corderillo la noche del 14 de Nisán (marzo-abril), coincidiendo con la Luna llena de primavera. La sangre fue untada en el dintel de las casas y la carne se asó y comió apresuradamente, acompañada de pan sin levadura y hierbas amargas. En todo momento, los participantes llevaron las sandalias puestas, los lomos ceñidos y el bastón en la mano, como dispuestos a partir de inmediato.

Esa misma noche, el "exterminador" de Yahveh recorrió todas las casas del país, hiriendo a los primogénitos de los egipcios y pasando de largo por las de los hebreos, que se libraron gracias a las marcas de sangre y pudieron huir de Egipto. De ahí que pésaj derive del verbo hebreo pāsaj (pasado de largo, saltado, respetado). En recuerdo de su liberación, los judíos siguieron celebrando la Pascua como una festividad de redención, donde el sacrificio del cordero pascual suponía el perdón de los pecados de Israel.

Orígenes beduinos de la Pascua judía.

Cabe preguntarse por qué Yahveh dio órdenes tan extrañas a su pueblo o, más bien, cuál es el verdadero origen de la Pascua judía. Al parecer, este ritual sería anterior a la liberación de Egipto e incluso a la existencia del pueblo hebreo. En origen era una fiesta de los beduinos, pastores nómadas del desierto que hacían este sacrificio de primavera para favorecer la fecundidad y prosperidad de sus rebaños.

El ritual coincidía con el parto de ovejas y cabras, antes de que los pastores marchasen hacia los pastos de verano en un viaje lleno de peligros, personificados por el exterminador. Para evitar sus ataques, cada familia sacrificaba un corderillo, comiéndolo acompañado de pan sin levadura y hierbas amargas, alimentos tradicionales de los beduinos. Tras el banquete, la sangre era untada en las estacas de las tiendas para alejar los poderes demoníacos que pudiesen dañar a pastores y rebaños durante la trashumancia. Dicho ritual se celebraba de noche, mientras el ganado descansaba; y bajo la primera Luna llena del mes (el día 14), por ser la noche de mayor claridad. Por supuesto, los comensales comían apresuradamente, llevando las sandalias puestas, los lomos ceñidos y el bastón de pastor en la mano, listos para partir hacia su nuevo destino.

Entre los beduinos, este sacrificio celebraba el paso del invierno al verano, donde el pan sin levadura y el cordero sacrificado representaban la victoria de la vida sobre la muerte. Este simbolismo será heredado por los judíos y asimilado por los cristianos. No es casual que Pablo describa al Jesús resucitado como "el primer fruto de una gran cosecha" o que Juan el Bautista proclame su famoso: "he aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Una clara muestra de los orígenes beduinos de la Pascua cristiana.

BIBLIOGRAFÍA:

DANIÉLOU, J., 1962. Sacramentos y cultos en los Santos Padres, Madrid.

HARAN, M., 1972. “The Passover Sacrifice”, Studies in the religion of Ancient Israel, pp. 86-116.

PÉREZ FERNÁNDEZ, M., 2006. “Jesús de Galilea”, Historia del Cristianismo. El Mundo Antiguo, Madrid.

RODRÍGUEZ CARMONA, A., 2002. La religión judía. Historia y teología, Madrid.

VV.AA., 1979. Biblia Nácar-Colunga, Madrid.

 

Imagen: Procesión de Pascua en la región de Kursk. Iliá Repin, Moscú (1880-1883)

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